La sostenibilidad permeando todas las esferas de nuestras vidas se ha convertido en una de las metas primordiales de quienes abogan por un estado de bienestar 360. Y es que contribuir con la mejora del planeta, mientras salvaguardamos nuestra salud, y por ende nuestras vidas tiene un impacto integral, de carácter social y por qué no, hasta emocional.
Pero, ¿cuándo podemos decir que contamos con una alimentación sostenible?
Una alimentación se considera sostenible cuando durante su producción se ha reducido el impacto medioambiental, no se agotan los recursos naturales y se respeta la biodiversidad. Para lograr que lo que ingerimos entre dentro de esta categoría debemos ser conscientes de cuáles alimentos incluimos en nuestra dieta, que contribuyan tanto con nuestro bienestar como con el del planeta.
Según informaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en su informe Dietas Sostenibles y Biodiversidad “a pesar de los éxitos de la agricultura en las últimas tres décadas, los sistemas alimentarios y las dietas actuales no son sostenibles”.
A esto también se le suma el hecho de que, 800 millones de personas pasan hambre en el mundo, mientras una cantidad aún mayor sufre enfermedades relacionadas con una alimentación incorrecta, como la obesidad.
La FAO sostiene que, la alimentación sostenible parte de una producción de alimentos con un impacto ambiental reducido, respeta la biodiversidad y los ecosistemas, es culturalmente aceptable, económicamente justa y asequible, nutricionalmente inocua y saludable.
Atendiendo a estas informaciones, la comida es mucho más que el contenido de un plato. Unas legumbres o filete de ternera son el último eslabón de una cadena de acciones con huella medioambiental y uso de recursos limitados. De hecho, la alimentación es una de las actividades humanas con mayor impacto global: es responsable del 26% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según un estudio publicado en ‘Science’.
Su producción utiliza el 48% de los recursos naturales, el 70% del agua dulce y contribuye notablemente a la deforestación y la pérdida de biodiversidad, advierte la FAO en otro informe. Son datos que reflejan un reto épico: alimentar a 7.500 millones de personas, una población que según todas las previsiones en 2050 superará los 9.600 millones. La conclusión, señala el documento, es que el modelo de producción actual no es sostenible y de seguir así necesitará recursos equivalentes a casi tres planetas.
Aunque los alimentos son el producto final, la meta es lograr una industria alimentaria que sea sostenible en todos los eslabones de la cadena, es decir, en todas las etapas por las que pasan desde su producción hasta su consumo, incluyendo su empaquetado, su transporte y su venta. Las cadenas de suministro sostenibles persiguen que haya un equilibrio entre el beneficio económico, el bienestar social y el respeto al medioambiente. Así se garantizan las buenas prácticas, la trazabilidad de los productos y unas condiciones justas para productores, intermediarios y consumidores. Cada vez son más las empresas y grandes superficies que incorporan medidas de carácter sostenible a sus cadenas de suministro o programas de compras.
El Dato
El mercado mundial de los productos sostenibles no deja de crecer. En 2018, por primera vez superó los 100.000 millones de dólares estadounidenses (unos 97.000 millones de euros), según la consultora Ecovia Intelligence. Estados Unidos lidera el consumo, con Alemania y Francia en segundo y tercer lugar.